sábado, 6 de junio de 2009

Aborto sí aborto no

Vivimos unos tiempos bastante revueltos, porque los políticos, que sufrimos, así lo quieren. Hay que sacar algún tema que sirva de distracción a la opinión pública para que desvíe su atención de los problemas reales que nos afectan.

La ley del aborto que los señores del gobierno quieren aprobar ni es buena ni tiene el consentimiento de la mayoría del pueblo. Si la sometieran a referendum, ganaría por inmensa mayoría el no. Pero como esta democracia es solo de boquilla, de papeleta de urna, aquí no manda el pueblo, sino el grupo de políticos de turno.

Personalmente tengo las ideas muy claras sobre el aborto. Un aborto generalizado, sin contar tiempos ni circunstancias, me parece una perversidad. Estoy de acuerdo que en los primeros días del embarazo, cuando aún no hay un ser vivo diferenciado, sino un simple conjunto de células, la interrupción de este embarazo no sería acabar con la vida de un ser humano, porque todavía no lo es. Este estado, según los expertos duraría hasta las ocho semanas. A partir de aquí, si no hay algún problema grave, no admito el aborto, porque sería acabar con un ser humano, aunque imperfecto, si se quiere.

Otro punto polémico de la ley, es facultar a menores de edad a que aborten sin el consentimiento paterno, esto a ojos vista, es un auténtico disparate. Para infinidad de cosas, de mucha menor importancia, la legislación actual requiere, para los menores, el consentimiento de los padres, y ésta, que posiblemente sea la cosa más importante que el menor pueda hacer en su vida, no. No tiene lógica alguna. Los casos que pudieran darse de no coincidencia de decisiones entre la menor y los padres, se pueden resolver de otra forma, pero no dejar a la decisión de una menor sin experiencia de la vida, sin conocimientos, el que dé un paso en solitario, que le puede marcar para toda su vida. Esto no es bueno.

El uso de la píldora del día siguiente no se puede vanalizar, como si se tratara de una pastilla juanola. Son los expertos los que tienen que tomar las decisiones y no los políticos. Su uso debe estar controlado por los médicos y su venta, por consiguiente, no puede ser libre, sino con receta médica. En este tema, como en muchos otros, no vale todo, con tal de que me den el voto.