viernes, 3 de agosto de 2012

La Macroeconomía se come a la microeconomía.

Tengo la gran suerte de tener la mente no contaminada con ningún "ismo", y por lo tanto, libre de enjuiciar los hechos, no las personas, con toda libertad, sin sufrir la dualidad de tener que pensar de una manera y tenerme que expresar de otra. Me equivocaré muchas veces, pero serán eso, equivocaciones, pero no mentiras, engaños y medias verdades, que es lo que hoy se estila, porque muchos tienen que nadar y guardar la ropa. Mis tiempos de baño ya pasaron y mi ropa es tan modesta que no me preocupa mucho que se la lleven, si alguno la necesita.

  Estamos en unos tiempos difíciles, pero esta meteorología nos la hemos creado nosotros: los políticos, el capital y los que han querido vivir por encima de sus posibilidades.

El capital se ha lanzado, sin freno alguno, a multiplicar sus beneficios, enloquecido, en una carrera sin obstáculos, sin meditar que los métodos que empleaba eran insostenibles por mucho tiempo. Repartía dinero a derechas e izquierdas, sin tener en cuenta unas garantías reales de poder recuperar ese dinero. Estaba tocado por la megalomanía del crecimiento y la avaricia, de ganar cada año un 17 o 18% más que el año anterior, sin pensar que este globo tenía un límite de presión, y lo infló tanto, que terminó por explotar, como si fuera un juego de niños.

Los gobernantes frotándose las manos por los pingües impuestos que llegaban a sus manos de nuevos ricos, empezaron a presumir de status de privilegio y se lanzaron a construir "macroobras", en un primer momento financiadas por la Comunidad Europea, y posteriormente por los créditos que les proporcionaba la banca, confiada en aquella frase que circulaba : " la administración siempre paga, aunque sea tarde". Se acostumbraron a manejar dinero y derrocharon sin límites, se entramparon innecesariamente hasta no poder pagar sus deudas.

La macroeconomía del pais la tenemos en banca rota, y la microeconomía, la del sencillo contribuyente, la de la ama de casa, cada día se empobrece más, por el paro y por los recortes. El peso de la crisis está gravitando sobre una clase trabajadora que poco tuvo que ver con la situación a la que nos ha conducido la clase dirigente, que pretende que sus errores y sus despilfarros los paguen aquellos que no los cometieron, y por desgracia lo están consiguiendo.