Estamos asistiendo, en esta democracia nuestra, a usos y prácticas que estaban en vigor en la dictadura y que eran criticadas y denostadas por aquellos sectores de la sociedad que hoy las ponen en práctica. Qué poco hemos avanzado. Seguimos obsevando cómo la bondad o malicia de las cosas se miden por el color y por la clase de personas que las hagan.
Recuerdo de los años de mi niñez, que en los estudios de bachillerato, me tocaron como compañeros de clase, un grupo de chicos gallegos, en el internado del colegio. Entre ellos, de vez en cuando hablaban gallego, y a mi me agradaba oírlos, e incluso participaba, como aprendiz, en sus conversaciones, pero tenían miedo de expresarse abiertamente. Hoy hay zonas de España, donde existe miedo por expresarse en castellano.
Es una vergüenza que ciertos políticos hayan montado una contienda de idiomas, usándolos como armas arrojadizas y medios para desarrollar y conseguir sus ambiciones políticas, egoístas e insolidarias. Los idiomas son del pueblo, cada uno se expresa como quiere y en la lengua que le apetece, nadie tiene el derecho de imponer y exigir por la fuerza de una ley injusta, un idioma, y mucho menos penalizar a aquellos que usan otro. Esto es una auténtica dictadura del idioma, manejada por individuos que no respetan para nada la libertad del ciudadano. Y éstos son los que están todos los días con la boca llena de progresismo y democracia.Cuánta falta nos hace una clase política sensata, justa y solidaria.
viernes, 4 de junio de 2010
Meditación
Cuando fijo mi mirada
en mis lejanos recuerdos
dudo si han sido reales
muchos de mis sentimientos.
No me reconozco a veces,
ni conozco los senderos
que conformaron mi ruta,
ya borrada por el tiempo.
No visitaban mi mente
oleadas de aire fresco,
sólo el viento frío del norte
inundaba mi aposento.
Filtros de fino calado,
vigilantes, en acecho,
derivaban las corrientes
y ahuyentaban otros vientos.
Caminos no visitados
ni senderos polvorientos,
veredas ya fabricadas
con materiales secretos.
Moldes rígidos que forman
parterres mas bien resecos,
donde los seres que crecen
son zombis, de nacimiento.
Siempre encerrado en la hondura,
sin visión del universo,
luminarias mortecinas
alumbraban mis adentros.
Pero un día llegó la hora
de abrir mis alas al viento,
remontando hasta la cumbre,
con un vuelo placentero.
Divisé los horizontes,
mil caminos y senderos,
tonalidades, colores,
variedad de pensamiento.
Planeé sobre los valles,
con los ojos bien abiertos,
contemplando la belleza
de este panorama nuevo.
Me posé sobre los prados
sin caminos ni senderos,
y tracé mi propia ruta
con la ilusión de un liberto.
en mis lejanos recuerdos
dudo si han sido reales
muchos de mis sentimientos.
No me reconozco a veces,
ni conozco los senderos
que conformaron mi ruta,
ya borrada por el tiempo.
No visitaban mi mente
oleadas de aire fresco,
sólo el viento frío del norte
inundaba mi aposento.
Filtros de fino calado,
vigilantes, en acecho,
derivaban las corrientes
y ahuyentaban otros vientos.
Caminos no visitados
ni senderos polvorientos,
veredas ya fabricadas
con materiales secretos.
Moldes rígidos que forman
parterres mas bien resecos,
donde los seres que crecen
son zombis, de nacimiento.
Siempre encerrado en la hondura,
sin visión del universo,
luminarias mortecinas
alumbraban mis adentros.
Pero un día llegó la hora
de abrir mis alas al viento,
remontando hasta la cumbre,
con un vuelo placentero.
Divisé los horizontes,
mil caminos y senderos,
tonalidades, colores,
variedad de pensamiento.
Planeé sobre los valles,
con los ojos bien abiertos,
contemplando la belleza
de este panorama nuevo.
Me posé sobre los prados
sin caminos ni senderos,
y tracé mi propia ruta
con la ilusión de un liberto.
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