viernes, 20 de mayo de 2011

Votar al diablo

¿Cuánto tardará el electorado español, en su conjunto, en aprender a votar? ¿Y los políticos españoles harán alguna vez una ley electoral pensando en el bien de la nación y no en su propio interés? Hablando con mi amigo Pepe, tan acertado en sus sentencias de antiguo hombre de campo, ya retirado de estos trabajos porque la juventud  hace tiempo que le dijo adiós, me decía: si a mi me dicen que el diablo arregla el paro en este país, yo votaría al diablo. Muy escueto en sus afirmaciones, pero muy acertado. Ese es el meollo de un voto, buscar soluciones para los problemas de la sociedad.

 Dejémonos de ideologías y de otras zarandajas, que eso no es nada más que el juego de los políticos para tener asegurados, por inercia, un buen puñado de votos. No nos aferremos a un voto fijo, y analicemos  quién nos parece el menos malo para gobernarnos. El voto de las grandes ciudadades, donde se entiende que hay más cultura y menos fanatismo, cada vez se va haciendo más libre y útil.

El otro día, oyendo hablar a algunos líderes de un partido, me entró de pronto, una terrible duda de mi conocimiento del idioma, tal es así que tuve que recurrir al diccionario para salir de ella, pero no, yo estaba en lo cierto, los que confunden los sinónimos con los antónimos, son los aludidos políticos. Animaban al voto progresista a que no se quedara rezagado y les votara. Según el diccionario, se entiende por progresista aquel que es de ideas políticas y sociales avanzadas, enfocadas a la mejora y adelanto de la sociedad. Ya digo que confunden los sinónimos con los antónimos, porque no creo que nadie vea nada de progresismo en cinco millones de parados, en una economía arruinada y en una rebaja de salarios y pensiones, y esto por no citar nada más que tres de los muchos problemas que nos afectan a los ciudadanos, creados o permitidos por un gobierno, ¿progresista?