miércoles, 12 de junio de 2013

Cristianismo y Poder

No me siento cómodo con ninguno de los apelativos políticos ni sectoriales que hoy corren y fragmentan a nuestra sociedad, me opongo a que me encasillen, no me siento de derechas ni de izquierdas ni de ningún otro grupo que quiera recortar mi personalidad y mi pensamiento, y como nunca he pretendido ocupar ningún cargo, que no fuera el de mi profesión de docente, me puedo permitir el lujo de practicar un eclecticismo ideológico sin ataduras que condicionen mi vida.

Si alguna ideología sigo admirando, es la esencia fundamental del cristianismo, que considera a los hombres como hermanos y resalta, sobre cualquier otra cosa, el amor entre ellos. Estas sencillas ideas llevadas a la práctica son pura dinamita para una sociedad donde el poder de unos pocos impera sobre las grandes mayorías. No es de extrañar que desde el principio, los cristianos fueran perseguidos, pero no porque adoraran a un nuevo dios, en una sociedad politeista importaba poco el número de deidades. El peligro era otro, en una comunidad de hermanos sobran los tiranos, los reyes, la jerarquía, todo aquello que no sea confraternidad e igualdad.

Los gobernantes, antes y ahora, han visto que peligra su status de privilegio, esta doctrina es muy peligrosa y hay que atajarla cuanto antes.A través de la historia ha habido, y sigue existiendo hoy día, dos formas de contrarrestar esta manera de concebir las relaciones entre los hombres, y por tanto de organizar la sociedad.
La primera, más primitiva y violenta ha sido la persecución a muerte de los llamados cristianos. Si repasamos la historia veremos que es una constante esta forma de represión, desde los emperadores romanos hasta los países comunistas e islámicos. Millones de cristianos han pagado y siguen pagando con sus vidas la forma de entender la relación entre los hombres.

Pero hay otra forma de anular esta fuerza vital del cristianismo, que hace peligrar los tronos, los imperios y toda clase de poder del hombre sobre el hombre.Ya el emperador Constantino se dio cuenta que el cristianismo era una avalancha difícil de reprimir con las persecuciones,  cambió de estrategia, y se alió con él dándole carta de ciudadanía.

 Durante toda la Edad Media, los señores feudales jerarquizaron a la comunidad cristiana, haciéndose con el poder que los gobernaría de ahí adelante. Los obispos, los abades y toda la jerarquía importante serán personajes allegados o familiares del señor feudal. Estos impondrían sus doctrinas, sus leyes, y su forma de gobierno a la comunidad cristiana, y reprimirían a los que no siguieran sus directrices salvaguardadoras de su poder y autoridad.Ya son ellos los que indican lo que hay que hacer. El carisma fraternal y el amor entre los hombres, la esencia del cristianismo ha sido suplido por el poder de los señores y relegado a un segundo término.

El cristianismo verdadero no hay que buscarlo en las catedrales ni palacios, hay que buscarlo en el tercer mundo, en los hospitales, en los barrios marginados, en las ONGS, como Cáritas y otras semejantes, en los grupos organizados para servir a los más necesitados. Allí donde florece la confraternidad y el amor entre los hombres. allí reina el cristianismo.