viernes, 15 de marzo de 2013

Traje de gala


Esta poesía hace el número 500
de las publicadas en este blog.
Como ya soy mayorcito para tener abuelos,
no se si felicitarme a mi mismo
por tal esfeméride.


Ya se ha vestido de gala
el durazno de mi huerto,
de rosado colorido
tiñe su talle en febrero.

Parece una bella novia
que espera alegre el cortejo
de su galán bien amado,
que la acompañe hasta el templo.

El sol calienta sus ramas,
sus yemas brotan de nuevo,
y pequeñas mariposas
nacen, sin levantar vuelo.

Y las melifluas abejas
libarán su polen fresco,
acariciando las flores
para que den fruto luego.

Es la envidia de los cactus,
de la palma y el romero,
de los geranios tardíos,
y hasta del fértil cerezo.

Todas las miradas tienden
a contemplar el florero
de magnitudes gigantes
que se sustenta en el suelo.

Y él, orgulloso y ufano,
presume y goza en secreto,
y se mira complacido
vistiendo su traje nuevo.

Pero no olvida la idea
que este lujo es pasajero,
porque vestido de gala
no puede trabajar presto

y fabricar los duraznos,
frutos de nuestros deseos,
y poco a poco su traje
deja caer en el suelo.