miércoles, 5 de agosto de 2009
A la Mezquita de Córdoba
Dedicada a Antonio López Béjar,
amigo y cordobés de corazón.
No te construyó la mano del hombre
ni terrenal mente te proyectó,
fue un arquitecto celestial y sabio
quien tu grandeza y armonía diseñó.
De Córdoba orgullo, blasón y gloria,
corazón de su urbe, siempre latiendo,
das vida a la ciudad renombre y fama
y cercana al Betis tienes tu asiento.
Vestida con tus galas relumbrantes,
cautivas con tu singular belleza,
princesa de la corte de Damasco
encumbrada por tu arte y tu realeza.
Los visigodos te dieron cobijo,
hundes tus raíces en savia romana,
aquí tu naciste preciosa gema,
con tus recuerdos de reina otomana.
Embriagador perfume de azahar
envuelve y rodea tu cálido ambiente,
el patio de los naranjos en flor
te ofrece fino aroma persistente.
Bosque de columnas de mármol, jaspe
granito, visigodas y romanas
sostienen tus arcos decorativos,
embeleso de todas las miradas.
Bellísimo y policromado mihrab,
mora en ti el espíritu del profeta,
maravilla del arte califal,
joya eres vizantina y cordobesa.
Tu alminar primitivo se cambió
porque el almuédano ya no estaba,
y en torre barroca se convirtió,
llamando a oración las altas campanas
Mentes estrechas no te respetaron
e introdujeron en ti artes extrañas,
teniendo mil sitios donde construir
sus nuevas catedrales y espadañas.
Vivir a tu lado es un privilegio,
y yo no creo que los dioses tuvieran,
en el Olimpo, mansión semejante,
ni arquitecto que se la construyera.
A la acrópolis de Atenas
Siento alegría y tristeza al contemplaros
nobles ruinas de un pasado glorioso,
alegría por la historia que vivisteis,
tristeza por vuestro estado ruinoso
Si Pericles levantara la cabeza
y mirara el Partenón arruinado,
a los dioses del Olimpo increpara
por haber permitido tal estado.
Dejad que, triste, haga una trampa al tiempo,
que me traslade, por unos instantes,
como en un sueño, a siglos postreros,
y vivir las maravillas reinantes.
Tu saliste de las manos de Fidias
partenón dórico, de mármol albo,
áurea morada de Atenea Partenos,
templo excelso, santuario y lugar sacro.
Marmóreo pentélico Erecteión
y de orden jónico,te hizo Filocles,
Cariatides en el pórtico sur
y ágora de disputa de los dioses.
Mnesicles, genial arquitecto ideó
los Propíleos, monumentales pórticos
y entrada occidental de la acrópolis,
parecen fachadas de templos dóricos.
Siento las melodías de aquellos tiempos
sonar en El odeón de Herodes ático,
y hasta sus cítaras y arpas resuenan
en un concierto histórico y cromático.
Las tragedias de Sófocles recuerdo,
e imagino a los cómicos declamar
en el teatro del errante Dioniso,
y sus gradas, como oyente, ocupar.
Con destructora y diabólica semilla
sembraron tu vientre los otomanos,
y en la barbarie de la dura guerra,
te la explosionaron los venecianos.
Las aves de rapiña te asaltaron
llevándose en sus garras tus tesoros,
Cariátides y frisos se llevaron,
levantando su vuelo presurosos.
Después de este fantástico periplo
resignado vuelvo a la realidad,
acrópolis, te observo como eres,
aunque anhelo recobres tu beldad.
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