miércoles, 20 de julio de 2011

¿Vivimos en un país de zarzuela?

Cada día asistimos, en este bendito país a hechos, que si no fueran reales, diríamos que están sacados del libreto de la más absurda astracanada. Se maximalizan unos simples detalles de poca o nula importancia, y se minimizan problemas graves y transcendentes para la ciudadanía. Y lo peor del caso es que estos hechos llegan  a ser objetos de leyes obligatorias y de largos y arduos procesos judiciales, y por el contrario hay hechos graves a los que no se les da importancia alguna y cuyos resutados son de una enorme gravedad.

Como los políticos están en perenne guerra dialéctica entre ellos, van buscando con lupa el menor de los detalles para convertirlo en munición y disparar contra el enemigo, como si fueran muñequitos de feria, con la malsana intención de tumbarlos y quitárselos de en medio para que les dejen el camino expedito y la poltrona libre. Todo vale, lo que es un hecho probado y lo que solamente es un rumor o conjetura.

Ha vuelto a los medios de comunicación, de estos días, el caso del Sr. Camps, presidente de la Comunidad valenciana, al que se le acusa de recibir el regalo de dos o tres trajes.(Antes de que salgan los radicales de turno a tergiversar mi planteamiento, acusádome de partidista, diré que paso de los partidos políticos, y que mi reflexión la haría igual, pertenezca al PP, PSOE, IU o cualquier otra formación política.). Este caso de los trajes es un caso ridículo, no los ha robado, se los han regalado, y su valor es una minudencia si lo comparamos con los millones y millones de euros despilfarrados, mal gastados y embolsados indebidamente por los que manejan el erario público. Si solamente se le acusa de este hecho, no entiendo cómo un juez da trámite a este expediente.

¿Pueden recibir regalos los cargos públicos? A mi no me consta que esté prohibido, porque de hecho sigue funcionando esta práctica.¿Qué clase de regalos eran los del Sr. Camps? Nunca en la vida han traído tanta cola unos simples trajes. Se ha implicado a varios tribunales, con el papeleo y gastos consiguientes, y por último se va a hacer un juicio. No entiendo toda esta parafernalia. Hay mucho ruido político para tan pocas nueces. Si se trata de una falta, que no lo se, bastaría con la aplicación de una sanción proporcional a la falta cometida. En un país como el nuestro, donde las cosas funcionan como funcionan, un caso como éste y el trato que se le está dando, es motivo de la más ridícula hilaridad. Así nos luce el pelo