Vive del tiempo pasado,
olvidada por la gente,
en veinte metros cuadrados,
como un vulgar indigente.
Pasaron aquellos días
de pasarelas ingentes,
de fiestas y de saraos,
y de viajes frecuentes.
Nadie la recuerda ahora,
su belleza languidece,
y nadie mira su rostro
con arrugas en su frente.
La admiración que causaba
su porte bello y turgente
el tiempo se la ha llevado,
con premura, para siempre.
Se acabaron los halagos
de admiradores ardientes,
y las miradas de amor
de múltiples pretendientes.
Su tesoro consistía
en su atractivo vigente,
con esto se contentó
y hoy ya no tiene presente.
jueves, 23 de mayo de 2013
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