Ya no llevará más agua
este cauce que está seco,
sólo enseña sus guijarros
en el fondo de su seno.
Pues se ha secado la fuente
que alumbraba el nacimiento
de la fluida corriente,
que bajaba por el cerro.
Los árboles de su orilla
se los llevaron los vientos,
sus raíces se secaron
y sus troncos se pudrieron.
Las algas y las adelfas
emigraron a otros suelos,
y los juncos y las juncias
ya hace tiempo que murieron.
El cervatillo travieso
no se se mira en el espejo
de sus aguas cristalinas,
ni rompe su pata el hielo.
Las tórtolas y perdices,
la alondra y el reyezuelo
ya no beben en sus aguas
ni se bañan en su lecho.
La verde alfombra florida
que adornaba el riachuelo
ha perdido sus colores,
ya no florecen sus flecos.
Ya, al amanecer, las aves
no alegran con sus juegos,
ni se oyen bulliciosas
al beber agua de nuevo.
El cauce ya está vacío,
ya no hay vida, sólo el viento
lo visita, levantando
sus postreros sedimentos.
lunes, 4 de febrero de 2013
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