viernes, 1 de febrero de 2013

El poder

Vivimos una época difícil, los principios éticos y morales han desaparecido de la norma de conducta de muchos de nuestros ciudadanos y han sido sustituidos por el oportunismo, el poder, la riqueza. La honradez, el espíritu de servicio y la solidaridad son aves que con el tiempo han ido perdiendo sus alas.En la educación de nuestros niños y jóvenes, estos valores han sido silenciados y olvidados como algo secundario, que no tiene interés alguno.

Una sociedad sin principios éticos, es una sociedad oportunista, aprovechada e injusta. Y como los pueblos no pueden vivir sin mitos, que les sirvan de espejo y de talismán, si no los tienen ya se encargarán de fabricarlos aquellos que mueven los hilos del poder.

Hoy estamos asistiendo a unos tristes espectáculos de exaltación de idearios políticos aprovechados y a una desvaloración de todo lo que no sea belleza, poder y dinero. Este es el ambiente social que respiramos. Nos quejamos, y con razón, de los casos de corrupción política, pero olvidamos que el hábitat para que crezca y se desarrolle esta planta es el que hoy domina la sociedad y que todos hemos contribuido, por acción o por omisión, a construir.

Un mal gobernante, que arrastra a las masas, no tendría nada que hacer, si estas masas no están predispuestas a seguirle. La historia, por desgracia, nos ha demostrado estos hechos.Ni Hitler ni Stalin hubieran llegado a cometer los excesos que cometieron, si no se hubieran sentido respaldados por unos pueblos sedientos de revancha y triunfalismo.

Pero estas referencias, son de casos extremos.El poder, sea cual sea la forma de manifestarse, en esto es muy hábil, nunca quiere competencia, no entiende el lenguaje del asociacionismo, ni tampoco quiere ciudadanos que sean capaces de defender sus principios éticos, por encima de todo. A éstos ciudadanos es difícil de manejarlos y llevarlos, como corderitos, al propio redil. Déjemonos de engaños, mientras el hombre sea hombre, muchos de ellos se verán tentados por hacerse con las riendas, que les permitan conducir la carreta por donde le plazca.