martes, 25 de enero de 2011

Espectador

Cuando me asfisia la vida
que cada día contemplo,
me retiro silencioso,
que no me domine el tedio.

Que no dejen en mí, huella
ni tristes resentimientos,
que crean al contemplar
la malicia de estos hechos.

Que no siembren  amargura
en mi alma ni en mi pecho
los que reparten el mal
como si fuera algo nuevo.

Yo no quiero contemplar
lágrimas de desconsuelo
en los ojos de una niña
ni en la mirada de un viejo.

Ni tristeza en el semblante
de un hombre capaz y recto
porque no tiene trabajo
y en su casa no hay dinero.            

La vida no es para estar
todos los días sufriendo,
viviendo con el dolor
como ingrato compañero.

El que quita la alegría
porque siembra el desconsuelo
en la vida de los hombres,
más le valiera el  destierro.