viernes, 2 de julio de 2010

No se puede construir una sociedad basada en el odio y el enfrentamiento.-P-

Cuando nos creíamos que íbamos avanzando en el entendimiento social y olvidando la línea nefasta, que durante tanto tiempo ha dividido a España, y llevábamos un tiempo cooperando todos para formar un país de entendimiento y progreso, cuando los protagonistas de la contienda del 36 han desaparecido, cuando no hay a quien juzgar por crímenes de guerra, con alguna pequeñísima excepción, porque ya no están en el mundo de los vivos, ha habido gente tan torpe, por aplicarles un adjetivo benigno, que han tratado de dar marcha atrás y volver a crear un clima de enfrentamiento entre los hijos y nietos de los implicados en los hechos, que nunca debían haber sucedido.

Muchas familias fueron afectadas, de una forma o de otra, antes, durante, y después de la guerra civil, mi familia no fue una excepción, pero mis padres nunca inculcaron a sus hijos el menor sentimiento de odio o revancha. Crear en los descendientes estos sentimientos, no es hacerles ningún favor, e indica que anteponen sus propios sentimientos de venganza al bienestar de sus propios hijos. Los sentimientos forman parte de la vida de una persona y hay que cuidarlos y salvaguardarlos de toda influencia negativa, que lo único que consigue es hacer infeliz a aquel que se deja dominar por el odio.

Todo el mundo tiene derecho a recuperar los restos mortales de sus familiares, y este derecho se ha reconocido desde el principio de la democracia. ¿A qué vienen ahora, los juicios a personas que ya no existen?.-¿Para qué volver a hurgar en unas heridas, que para muchos están más que cicatrizadas y para otros no existen?.- Toda labor de seguir dividiendo a los ciudadanos, es una labor perversa, y es indigno, que las autoridades, que deberían hacer lo contrario, sean las que provoquen, con sus leyes, un retroceso en la unión de los pueblos.

La solidaridad y el buen entendimiento, entre los hombres y pueblos de la Tierra, se ha de conseguir, no por la via del enfrentamiento y la guerra ideológica, sino por la generosidad de dejar a nuestros hijos una sociedad unida y muchísimo más justa de la que tenemos. Hemos de olvidar aquello que nos separa y centrar todo nuestro interés en valorar y fomentar tantas cosas buenas que nos unen. Si no lo hacemos por nosostros, hagámoslo por nuestros hijos.