martes, 23 de marzo de 2010

No soy un lienzo

No me gusta que me tomen
por blanco lienzo, en la vida,
que me estiren y me claven
en caballete de encina.

No me gustan los pinceles,
son puñales que deslizan,
y me arañan la epidermis
para con pasta cubrirla.

Hoy todos nacen pintores,
y quieren pintar sus líneas,
y que seas una figura
en el cuadro que ellos pintan.

Unos quieren que yo sea
un viejito que mendiga,
y por el contrario, otros
prefieren que nada diga.

Unos me pintan de herrero,
otros de frac y levita,
cada cual, su personaje
crea con genio de artista.

Hay quien me pinta con óleo,
otros con plumilla a tinta,
también usan acuarela,
y otras técnicas combinan.

Todos me ponen el rostro
que su momento le inspira,
según rece el personaje
a quien le deba dar vida.

Pero el duende que yo tengo
no hay cuadro que lo resista,
y cuando llega la noche
le dice adiós al artista.

Yo no soy, no, son los otros
los que encasillan mi vida,
sin conocer la verdad,
con malévola osadía.

Yo procuro que mi vida
sea natural y sencilla,
que sea libre y no esté atada,
ni prisionera o cautiva.

No me quiero acordar

No me quiero acordar de la guerra
que asoló mi pueblo ,
ni tampoco de los buitres de acero
que las casas añicos hicieron.

Ni de las hambres que después padecimos,
ni del expolio de nuestro dinero,
recordar yo no quiero en mi mente
los tiempos que tanto sufrir nos hicieron.

Yo no quiero recordar a mi madre
con las manos vacías, buscando el sustento,
que negaban los pocos comercios que había,
aunque te acercaras con algún dinero.

Yo no quiero volver a vivir
el odio que mata la paz en los pueblos,
que envenena todo lo que toca
y va destruyendo los hombres por dentro.

Yo no quiero oir a Francisquito,
que vive debajo de casa, llamando a su padre,
en sus mismos sueños, sabiendo que no volverá,
porque en paz descansa, en el cementerio.

Yo no quiero volver al colegio
y ver a los niños, a mis compañeros,
que trites lloraban la ausencia
de sus pobres padres, que entonces perdieron.

No me recuerden no, los tiempos aquellos,
que ya había olvidado, con grande contento,
para qué volver a abrir las heridas
si la mayoría, todos están muertos.

Dejad que los hijos vivan, y también los nietos,
sin raices que broten, de nuevo, aquellos abrojos
que fueron limpiados con los nuevos tiempos.