Te miro y no te conozco,
los años te han marchitado,
tu fuerte tronco de antaño
lo encuentro resquebrajado.
Tus hojas de ópalo verde,
espejos del sol dorado,
han perdido su verdor
y ahora tiñen marrón pardo.
Tus brazos de diosa hindú,
soberano candelabro,
que apuntaba hacia los cielos,
el cierzo los ha amputado.
Ya no veo cientos de abejas
entre tus ramas libando,
ni ramilletes de flores
engalanando tu mayo.
La montanera te deja
abandonada en tu ocaso,
ya no acuden, presurosos,
buscando tus frutos ralos.
Mi vieja encina, de siempre,
la de los frutos dorados,
ya nadie mira tu porte,
tus ramas se están secando.
Solamente el carbonero,
con su hacha, está pensando
en convertirte en carbón
en su horno de Vulcano.
viernes, 4 de enero de 2013
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