jueves, 15 de noviembre de 2012

Hay que reformar la constitución

La constitución de un país es la ley de leyes, la columna sobre la que tienen que descansar todas las demás y el patrón directriz que nos dice por dónde hay que caminar. Todos los ciudadanos e instituciones deben acatarla y cumplirla. Es una contradicción que haya instituciones en el estado que la ignoren y que sus dirigentes sigan gobernando sin que caiga sobre ellos el peso de la ley. Dicho esto, tengo que decir que a pesar del respeto y veneración que esta ley de leyes se merece, es una obra humana, y como tal susceptible de poderse perfeccionar. Por otra parte, con el correr de los tiempos, también los años pasan por ella, dejando algunos artículos anticuados y fuera del sentir actual de los ciudadanos.

Hoy existe, si no un clamor, si una conciencia, cada vez mayor, en el ciudadano, de que la constitución hay que cambiarla y amoldarla a otra forma de hacer política, menos costosa y más eficaz. Y paralelamente, también, una exigencia en la clase política, sobre todo en los sectores nacionalistas-separatistas, de cambio de la misma.Pero la concepción del cambio en el pueblo y en la clase política no coinciden, son dos líneas paralelas.

El pueblo quiere una constitución sin palabras grandilocuentes, pero vacías por dentro,sino reales y eficientes.Que verdaderamente el pueblo sea el soberano, el que tome las decisiones en los grandes problemas, y no los políticos de turno, que nos los mal resuelven, según su propia ideología y conveniencia.
No podemos seguir con una democracia de papeleta.Esto es una engañifa.

La constitución hay que reformarla para formar una estructura más sencilla y menos costosa, esto es lo que reclama el pueblo.Supresión de los 17 miniestados que hoy hay en España, con sus parlamentos y su maquinaria política innecesaria, con infinidad de puestos ocupados por políticos.Las autonomías tienen que ser funcionales, directamente al servicio del pueblo, no al servicio de los políticos.
Hay que reformar la duplicidad de servicios:  autonomías o diputaciones o cabildos, una de estas instituciones sobra.

  • El senado es una cámara muerta, hay que suprimirla por innecesaria.
  • Los numerosísimos municipios hay que reducirlos a la tercera parte. Se ahorraría mucho dinero y se mejoraría en servicios, al estar concentrados.
  • El número de diputados hay que reducirlo a la tercera parte, no hacen falta tantos diputados para levantar la mano cuando llega una votación.
  • Hay que suprimir los cargos de libre designación y los asesores, para este menester están los funcionarios de carrera.
  • Hay que suprimir las televisiones autonómicas, que son auténticos cánceres económicos, con sus millonarias pérdidas.
  • Hay que suprimir las policías autonómicas. Tenemos la policías nacional, la guardia civil y la policía municipal, no hace falta más policía.
  • Hay que suprimir tantos consejos asesores, que solamente sirven para colocar, en un puesto muy bien pagado y con muy poco trabajo, a allegados y a políticos retirados.
Estas son, entre otras, las reformas que quiere el pueblo, que evidentemente no coinciden con las que quiere la clase política. Ésta no quiere renunciar a nada de lo que ha conseguido, de espaldas al pueblo, sino que quiere seguir acumulando más competencias y privilegios. Nuestra democracia se está convirtiendo en una lucha entre la clase política y el pueblo.