Sentimientos encontrados
me dominan cuando veo,
por horas interminables,
acostado el noble perro,
a los pies de la persona
que vende el cupón pro ciegos,
pasa su tiempo velando
y guardando a su buen dueño.
Es fuerte y de buena estampa,
grisáceo tiene su pelo,
proporcionada cabeza
y largos tiene los remos.
Por las calles va guiando,
con paso tranquilo y lento,
sorteando los obstáculos,
siendo los ojos del ciego.
A veces me causa pena
cuando a estos perros contemplo,
no son ellos, son autómatas,
y el hombre saca provecho.
Han cambiado sus neuronas
y el uso de su cerebro,
sembrando una nueva vida
que lo cambia por completo.
Han perdido para siempre
la libertad de ser perro,
de correr y retozar
buscando horizontes nuevos.
Atados con un arnés,
cárcel de hebillas y cuero,
son suficientes barrotes
para vivir como un preso.
Poque el hombre soberano
dispone altivo, soberbio,
de todos los demás seres
que viven, para su imperio.
jueves, 6 de enero de 2011
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