Las cajas de ahorros nacieron a la sombra de los Montes de Piedad, con un carácter esencialmente benéfico, para ayudar al pueblo y liberarlo, a veces, de la usura que otros prestamistas sometían a quienes se veían en la necesidad de pagar deudas o no tenían lo necesario para poder vivir, mediante pequeñas donaciones o préstamos sin intereses. Si nos remontamos a sus orígenes, constatamos que estas instituciones nacieron ligadas a la Iglesia católica, como una forma más de hacer caridad con el necesitado. Con el transcurso de los años, este carácter benéfico se ha ido amortiguando bastante, de manera que hoy las cajas se diferencian poco de los bancos.
Es verdad que realizan actividades de carácter social, cultural, festivo... casi siempre ligadas a instituciones y grupos, pero la ayuda personal al necesitado casi ha desaparecido de su actividad benéfica.
Estamos en una época de crisis, en la que hay familias que se quedarán sin la vivienda, que con grandes sacrificios están pagando, y que, por estar en el paro, no pueden seguir haciéndolo; otros han llegado a la situación de no tener para el sustento diario, y así podría seguir enumerando una serie de necesidades básicas, que sufre una parte de nuestros conciudadanos.
Yo invitaría a las cajas de ahorros a que, dadas estas circunstancias y temporalmente, dedicaran sus recursos sociales, culturales, festivos... a cubrir estas necesidades perentorias y dejaran aparcadas aquellas que no son estrictamente necesarias. Esta sería una labor que la sociedad vería con muy buenos ojos y los que de alguna manera estamos ligados a las cajas, con nuestro dinero, veríamos con mucho agrado. No sería otra cosa que la vuelta a sus orígenes.
martes, 2 de junio de 2009
No ocultemos nuestros sentimientos
Hemos recibido una educación en la que manifestar los sentimientos está mal visto, tiene un tinte de debilidad, de poca hombría. Ya hace bastantes años que empecé a pensar por mi mismo, a crearme mi propia mentalidad, a escribir en mi mente con colores contrastados y escogidos libremente, nada de imposiciones. Previamente tuve que hacer una labor de limpieza, eliminando conceptos, prácticas y costumbres, para dejar la plana limpia y poder escribir de nuevo.
Una de las cosas que borré en mi dosier mental, es el tema que hoy me ocupa. ¿ Por qué hemos de ocultar nuestros sentimientos, como si fuera inhonesto el manifestarlos?.- Creo que es un error y un empobrecimiento de las relaciones humanas. Los sentimientos están llenos de veracidad, de fuerza, de calor, de espontaneidad, le dan vida a la mente, la hacen más flexible y más humana. Al manifestar nuestros sentimientos, engendramos confianza y amistad en nuestro interlocutor, rompiendo barreras, que muchas veces se han ido formando por el desconocimiento mutuo.
Presuponemos muchas cosas en nuestras relaciones humanas, demasiadas, diría yo. Hay padres que como es natural, en la gran mayoría de los casos, quieren mucho a sus hijos, pero pocas veces se lo manifiestan. Pierden una gran ocasión de empatizar con ellos y de proporcionarles momentos de alegría, al sentirse queridos y que se lo manifiesten. El sentirse querido es una apetencia universal que serena los corazones y los llena de paz y tranquilidad. Todos lo deseamos, desde el más pequeño hasta el mayor.
Hay sentimientos de alegría y otros de tristeza, y es bueno manifestar unos y otros. Los primeros hacen que nuestro gozo se multiplique conforme lo vamos comunicando a otras personas, por el contrario los sentimientos de tristeza, parece que al comunicarlos, se van repartiendo y fraccionando, de modo que esa comunicación nos sirve de liberación y consuelo.
No ocultemos nuestros sentimientos.
Una de las cosas que borré en mi dosier mental, es el tema que hoy me ocupa. ¿ Por qué hemos de ocultar nuestros sentimientos, como si fuera inhonesto el manifestarlos?.- Creo que es un error y un empobrecimiento de las relaciones humanas. Los sentimientos están llenos de veracidad, de fuerza, de calor, de espontaneidad, le dan vida a la mente, la hacen más flexible y más humana. Al manifestar nuestros sentimientos, engendramos confianza y amistad en nuestro interlocutor, rompiendo barreras, que muchas veces se han ido formando por el desconocimiento mutuo.
Presuponemos muchas cosas en nuestras relaciones humanas, demasiadas, diría yo. Hay padres que como es natural, en la gran mayoría de los casos, quieren mucho a sus hijos, pero pocas veces se lo manifiestan. Pierden una gran ocasión de empatizar con ellos y de proporcionarles momentos de alegría, al sentirse queridos y que se lo manifiesten. El sentirse querido es una apetencia universal que serena los corazones y los llena de paz y tranquilidad. Todos lo deseamos, desde el más pequeño hasta el mayor.
Hay sentimientos de alegría y otros de tristeza, y es bueno manifestar unos y otros. Los primeros hacen que nuestro gozo se multiplique conforme lo vamos comunicando a otras personas, por el contrario los sentimientos de tristeza, parece que al comunicarlos, se van repartiendo y fraccionando, de modo que esa comunicación nos sirve de liberación y consuelo.
No ocultemos nuestros sentimientos.
A mi hija Candi
Con mis sienes plateadas,
y mi vida ya en ocaso
una luz resplandeciente
se ha encendido a nuestro paso.
Entre mis rosas y cactus
me ha nacido una violeta
con sus estambres de oro
y sus pétalos de seda.
Ha crecido, y ha llenado mi jardín
de fragancia y de frescura,
nueva vida, luz radiante,
ya no está mi casa oscura.
Su gracia y vitalidad
nos contagia y nos complace,
rejuvenece, y nos invita
a convivir cada instante.
Inteligente y madura
estudiosa y razonable
trabajadora y tenaz
servicial y muy amable.
Es la niña de mis ojos,
es mi plena complacencia,
cuando te tengo a mi lado
ya no siento otra apetencia.
Me encanta sentirte hablar,
pones vida en lo que dices,
proyectos, futuro, amor,
ganas de vivir felices.
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