sábado, 22 de octubre de 2016

Visceralidad

La visceralidad nos llevó en el 36 a una guerra fratricida de trágicas consecuencias. Los padres de la constitución fueron conscientes de ese gravísimo problema, y aprendieron a no volver a caer de nuevo en él. Pero parece que no todos saben aprender de la historia, y los brotes de esta nefasta planta están creciendo de nuevo en ciertos sectores de nuestra sociedad. La democracia basa sus relaciones humanas en el diálogo y el respeto a la ley, lo demás es falsear su esencia. Pero hoy estamos asistiendo, a diario, al triste espectáculo de la transgresión legal por parte de aquellos políticos que han concebido la democracia como una puerta falsa para penetrar en el circo de lucha, para hacerse con el poder. No son demócratas, sino dictadores, no respetan al pueblo ni sus decisiones, lo que no ganan en las urnas tratan de conseguirlo con artimañas heterodoxas, que crean el caos y el malestar en la sociedad. El pueblo español no quiere dictaduras de ninguna clase, sino vivir en paz y concordia con sus ciudadanos.