martes, 3 de noviembre de 2009

Viernes santo

Jesús Nazareno. Pozoblanco


Viernes santo, madrugada,
los cielos se están cerrando,
las tinieblas andan sueltas,
el maligno está reinando.

El orbe desgarros siente,
y las estrellas sollozan,
la luna muestra su cara
muy compungida y llorosa.

El Sol triste y solitario
rompe sus hilos de plata,
no quiere ver en la Tierra
abominación tan magna.

Ya no florecen los campos
aunque están en primavera,
las flores cierran sus pétalos
embargadas por la pena.

Los pájaros ya no cantan
y sólo elegías entonan,
sus siringes se han secado,
y un gran sentimiento ahogan.

El céfiro ya no sopla,
los vientos están en calma,
nada se mueve este día,
sólo hay pesar en el alma.

Los árboles apenados
lloran lágrimas de savia,
y sus estomas se cierran
gimiendo por la mañana.

Los arroyos y los ríos
ya no son cauces de agua,
pues los peces apenados
la trasformaron en lágrimas.

Los mares no dulcifican
el clima sobre las costas,
pues helados se han quedado.
ya no se mueven sus olas.

La naturaleza entera
llora y reclama clemencia,
no condenen al cordero,
condenarán la inocencia.

Los humanos, solamente,
impasibles se han quedado,
son ellos, los que con odio
a Jesús han condenado.

Previamente lo flagelan
en una columna atado,
como a vulgar delincuente
su túnica le han rasgado.

Cargado con una cruz
por las calles va pasando,
al monte Gólgota va
y en la cruz será clavado.


Foto: Leandro Fernández Marín