miércoles, 16 de junio de 2010

Sentimientos

A veces no se quien manda
si mi ser no está sereno.
¿La voz de mi inteligencia
o mis prontos sentimientos?

Son ramas de un mismo árbol
azotados por los vientos,
brotes que nacen distintos
en un mismo pensamiento.

Son arrasantes ciclones,
cargados de sufrimientos,
o dulces brisas que besan
con labios de terciopelo.

Son fuerzas que nos arrastran
sin, muchas veces, quererlo,
a decisiones tomadas
sin madurar, en el tiempo.

Otras veces son muy sabios,
intuyen, con todo acierto,
lo que debemos hacer
sin dilatar el consenso.

Sentimientos pendulares,
de los infiernos al cielo,
lo mismo vuelan muy alto,
que no levantan el vuelo.

Se disfrazan de querubes
o de demonios perversos,
derramando a manos llenas
bondades y sufrimientos.

Aurigas debemos ser
de estos corceles ligeros,
señalándole el camino
para llegar a buen puerto.

La vaquerilla

Ha nacido en una granja
la vaquerilla del pueblo,
teniendo por todo lecho,
un montoncito de heno.

Va creciendo entre animales,
entre praderas y huertos,
una flor encantadora
que se mece con el viento.

De sonrosadas mejillas,
de ensortijados cabellos,
se ha derramado oro puro
en la mata de su pelo.

A los terneros embruja
cuando acaricia su cuello,
y le siguen encantados
como a la ada de un cuento.

Por la mañana temprano,
a la luz de los luceros,
saca sus vacas al prado
seguidas de sus terneros.

Con blanca zalea de lana
recubre su bello cuerpo,
y se defiende del frío
que azota el campo en invierno.

Mas si un recental tirita
con el frío mañanero,
con su zalea lo recubre,
que ha calentado su cuerpo.

Retoza y trota con ellos,
juega con los más pequeños,
y se mira en sus ojazos
como si fueran espejos.

Cuando el sol recoge velas,
y aparecen los luceros
la niña cuenta sus vacas
y reune a los terneros.

Se encamina hacia la granja,
cantando como un jilguero,
melodías cadenciosas
con su dulce voz de ensueño.