jueves, 8 de junio de 2017

Deja que hable mi alma

Deja que hable mi alma

Deja que hable mi alma,
que se despegue del cuerpo,
que las palabras no suenen,
que hablen los pensamientos.

Deja que olvide esta vida,
que se remonte a los cielos,
que vuele y nunca camine
ni por vías, ni por senderos.

Que el espíritu se cubra
de aureolas y reflejos,
de luces nunca apagadas,
de estrellas del firmamento.

Que solo oiga los cantos
de todos los seres buenos,
los que fabrican la paz,
los que su amor es sincero.

Déjale que se retire,
solitario, a su aposento,
donde no se oye el ruido,
ni se percibe el lamento.

Que las sombras se retiren
vestidas de luto negro,
y la tristeza se marche
y se mantenga muy lejos.

Que la vida resplandezca
tan bella como un lucero,
y complacido me sienta
mirándome en el espejo

de las lunas y los soles
que adornan el firmamento,
y dormitando en la noche,
feliz, al sueño me entrego.

















Los de siempre

Ya saltaron los de siempre, los que se oponen a todo y a todos, mientras ellos no hacen nada de provecho, los tóxicos, cuya labor es la de emponzoñar la vida social. Ahora le ha tocado el turno a las donaciones para la sanidad pública de Amancio Ortega. ¿Qué quieren decir con que los gastos de sanidad los tiene que cubrir únicamente el estado? No, el estado no los cubre, los pagamos los contribuyentes con nuestros impuestos, cada vez más numerosos y asfixiantes. ¿Pretenden que nos suban más los impuestos, o que se incremente la deuda pública que está por las nubes? El espíritu dictatorial que inspira a estos individuos de querer mandar en todo, quitando toda iniciativa a los ciudadanos, ha demostrado que lo único que consigue es llevarnos a la pobreza.
 Una sociedad democrática, madura, debe funcionar con la cooperación, el trabajo y el esfuerzo de todos sus componentes, tanto las instituciones públicas como las privadas. No se puede desdeñar ninguna contribución que mejore los servicios públicos, venga de donde viniere.