En una auténtica democracia, no caben los excesos a los que nos tienen acostumbrados nuestra clase política, ni tampoco los privilegios. Es intolerable que Cataluña gaste más de un millón de euros en pagar alquileres y personal al servicio de los antiguos presidentes. Este privilegio no tiene razón alguna de ser, sino que es un auténtico abuso de autoridad, que debe desaparecer cuanto antes.Estos señores, una vez que han cesado como presidentes autonómicos, deben ser tratados como un ciudadano más.
Existen una serie de consejos asesores que no son otra cosa que darle un retiro dorado a los políticos que se han retirado, y que a cambio de un cómodo trabajo, pero totalmente innecesario, son retribuidos generosamente, con pingües sueldos a costa de los impuestos del contribuyente, al que sólo le falta que le cobren por el oxígeno que respira. Y no digamos nada del resto de privilegios de los que goza la clase política, porque en este campo no existe legislación alguna, ellos se legislan y se dotan de todas las prerrogativas que quieren.
En una democracia no caben los privilegios.Esta práctica es la antítesis del principio de igualdad ante la ley, principio que es uno de los pilares en los que se basa un estado democrático.Hay que depurar todas estas corruptelas si no queremos repetir la historia de tiempos pasados.