viernes, 4 de febrero de 2011

Autonomías sí, pequeños estados no.

Cuando vivíamos el momento de la transición de la dictadura a la democracia, y nos hablaban de las autonomías, como formas de gobierno más cercanas al ciudadano y que permitirían atender de una forma más directa las necesidades comunes y los trámites burocráticos, a la inmensa mayoría de los ciudadanos nos pareció una forma de gobierno acertada y que conllevaría ventajas para el ciudadano. Pero lo que nunca se nos dijo fue, cúal  sería su precio, cuánto nos costaria y cuántas cosas se dejarían de atender para desviar los fondos a los cuantiosísimos gastos que implica montar un miniestado.

No siempre que miramos a otro país y observamos cómo viven y cómo se organizan, podemos imitarlos y hacer nosostros lo mismo. Las circunstancias son diferentes, y muchas veces nos paramos poco a hacer este análisis, para ver si nos podemos permitir lo que ellos. Hoy no estamos preparados para ser un estado federal. Al hecho de que nuestra economía no lo resiste, se añade que al estar concentrada la riqueza del país en unas pocas regiones, el resto quedarían muy empobrecidas.

Se podría pensar en una España federal, si las comunidades que la componen tuvieran los medios necesarios para vivir con dignidad, dentro de ese federalismo, cosa que hoy por hoy no es así. Hay comunidades, las más ricas, en las que el grupo nacionalista va haciendo una labor de zapa para llegar, primero a un federalismo, y después a la independencia. Economicamente, ellos saldrían ganando, no siendo solidarios con los más pobres. Pero lo peor del caso es que en las comunidades más pobres, también existe el grupo de separatistas, que les importa un bledo la situación en que quedaría el pueblo llano, que es el que siempre sufre las consecuencias.

Las autonomías no deben ser una repetición en cada una de ellas, con el consiguiente gasto innecesario, de las estructuras que ya existen en el estado central: parlamentos (18), policía (4), televisiones autonómicas, dos o tres cadenas por comunidad. Todos los gastos que no respondan a un servicio eficaz a los ciudadanos, deben posponerse y solamente se podría pensar en ellos, una vez cubiertas las necesidades de los ciudadanos.

Comunidades autonómicas miniestados no, administración y servicios más cercanos al ciudadano, sí.