No quieras vencerme con tu pensamiento,
no es arma de lucha, tampoco de duelo,
es clarividencia para tus adentros,
pero son distintos, quizá, de los nuestros.
Cada uno vive con sus sentimientos,
si los comunicas a los cuatro vientos,
correrá el peligro, que alguien, con engaño,
abra su mochila y los meta dentro.
Pero no me importa que, aunque sean secretos,
vuelen y retoñen en campos externos,
y se desarrollen lejos de mi estancia,
si a otros, que los quieran, les sirven de aliento.
La luz no se gasta porque alumbre a muchos,
la llama no merma por darse a otras velas,
la bondad no pierde calidad ni gracia
porque crezca mucho, y dé mil cosechas.
Si ofreces a otros, para informarles,
tu forma de ver acontecimientos,
abres un camino nuevo en las sendas
para caminar, con conocimientos.
Los pensamientos no mueren, perviven,
si los comunicas a otros, venideros,
anidan, de nuevo, en jóvenes vidas,
y de esta manera, serán siempre eternos.
viernes, 5 de marzo de 2010
El farero
A los antiguos fareros
que salvaron tantas vidas.
Vigila toda la noche,
velando junto a su faro,
el farero de la torre,
con destellos al atlántico.
Es una noche cerrada,
los barcos están llegando,
atraidos por la luz
del faro que está en el cabo.
Fatigados por la lucha
de huracanes embravados,
los marinos se defienden
para salvar a su barco.
Tinieblas por todas partes,
olas que causan espanto,
todos los barcos pretenden
encontrar la luz del faro.
Es la única esperanza
que aún le queda a los barcos,
una ráfaga de luz
que los oriente, lejanos.
El farero que es consciente
de la utilidad del faro
lo mima y cuida a sabiendas
que vidas está salvando.
Cada ráfaga que lanza,
a la mitad del océano,
es esperanza que siembra
en las aguas del mar bravo.
Cuando el farero contempla
que el barco muy esperado,
apunta su palo al cielo
respira ya confiado.
Faros antiguos que fuisteis
salvación de tantos barcos,
yo quiero recocer
lo que hicisteis por salvarlos.
que salvaron tantas vidas.
Vigila toda la noche,
velando junto a su faro,
el farero de la torre,
con destellos al atlántico.
Es una noche cerrada,
los barcos están llegando,
atraidos por la luz
del faro que está en el cabo.
Fatigados por la lucha
de huracanes embravados,
los marinos se defienden
para salvar a su barco.
Tinieblas por todas partes,
olas que causan espanto,
todos los barcos pretenden
encontrar la luz del faro.
Es la única esperanza
que aún le queda a los barcos,
una ráfaga de luz
que los oriente, lejanos.
El farero que es consciente
de la utilidad del faro
lo mima y cuida a sabiendas
que vidas está salvando.
Cada ráfaga que lanza,
a la mitad del océano,
es esperanza que siembra
en las aguas del mar bravo.
Cuando el farero contempla
que el barco muy esperado,
apunta su palo al cielo
respira ya confiado.
Faros antiguos que fuisteis
salvación de tantos barcos,
yo quiero recocer
lo que hicisteis por salvarlos.
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