jueves, 6 de diciembre de 2012

Mi viejo caballo negro


Pace en los verdes campos
mi viejo caballo negro,
aquel que era la envidia
de los jinetes del pueblo.

Paseando por la feria
o cuando iba de romero,
las miradas reclamaba
por su porte postinero.

Era la envidia de todos,
bella estampa. ¡Qué recuerdos!
No había alazán más gentil
ni caballo tan ligero.

Pero el tiempo ha transcurrido
y mi corcel ya está viejo,
es historia su pasado
pero aún viejo, yo lo quiero.  

Y lo dejo descansar
entre los potros taheños,
lo libero de sus bridas,
de la silla y los arreos.

Ya no puede retozar,
ni trotar por los almendros,
y su pelaje moreno
no adorna con blancos pétalos.

Merodea por el prado
con paso cansino y lento,
hasta llegar a beber
en el pequeño arroyuelo.

Cuando los rayos del sol
en estío, sueltan su fuego,
en la sombra de la encina
él busca refugio y fresco.

Y cuando llegan las nieves
del frío y gélido invierno,
busca el calor del establo,
y lo alimento con pienso.

Se ha merecido el descanso
mi noble caballo negro,
el que me hacía presumir
de ser un gran  caballero.