Qué peligro es desterrar de la sociedad los valores éticos y morales, y más peligroso aún fomentar una educación de nuestros jóvenes basada en el oportunismo, en los intereses particulares y de grupo, en un maratón por conseguir dinero y poder, al precio que sea. Una sociedad carente de valores humanos es una sociedad desnaturalizada, sin sentimientos, sin sentido de la verdadera justicia, todo se maneja, todo se mercantiliza. Es una sociedad que se empobrece poco a poco, porque la verdadera valía no está en las cosas, sino en las personas.
Se han acabado las elecciones locales y municipales, en las que el pueblo ha hablado, aunque solamente en el tono que le dejan hacerlo las limitaciones que le imponen las leyes que ha confeccionado la clase política. El pueblo exige más clarividencia, escoger libremente a las personas que quiere que le gobiernen, pero carece de libertad para hacerlo. Tener que votar a un grupo encorseta el voto. Creemos más en las personas que en los grupos.
Muchos escogeríamos y votaríamos a personas de unos pocos partidos para que formaran gobierno, a aquellos, pertenezcan al partido que pertenezcan, que sean los más idóneos. Los partidos no pueden imponerse a la libertad del ciudadano. En una democracia madura no se pueden regir los políticos ni por odios ni por hacer el boicot a los que compiten en campo contrario. No todo vale en democracia.
Pero ya que las cosas están así, pedimos, que al menos, se respete la voluntad del votante y que no se manipule y se mercantilice con su voto. Una institución debe ser gobernada por el partido que haya obtenido mayor número de votos, esa es la regla de la democracia, y no por el resultado del trapicheo entre los perdedores. Eso es cambiar la voluntad del votante, y por tanto es deshonesto, y aunque legalmente sea admisible, es porque se basa en una ley que prostituye la justicia.
Ante esta conducta de los políticos, podemos llegar a la conclusión, de que a los ciudadanos nos usan únicamente como repartidores de votos, una vez hecho esto, se sienten dueños y señores de nuestra voluntad y hacen con ella lo que mejor cuadra a sus intereses.
Es irracional y muy perjudicial para los ciudadanos la normativa obligatoria que algunos partidos imponen a sus bases de que no apoyen a otros partidos. Lo normal es que dejen libertad para que en cada caso se haga aquello que sea más beneficioso para el pueblo, pero no, primero los intereses del partido, de la cúpula, el pueblo es secundario.
Esta es la forma de comportarse cuando faltan los más elementales criterios de ética y de justicia.
domingo, 5 de junio de 2011
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