martes, 13 de abril de 2010

El cervatillo

Corriendo por la pradera
retozando entre las matas,
salta y brinca el cervatillo,
luciendo sus pintas blancas.

Juega con los conejillos
trota con sus largas patas,
mira curioso las flores
que lucen en las retamas.

No se separa, prudente,
de su madre, que acompaña,
y terminados sus juegos
retorna a su tierna cama.

Va descubriendo, curioso,
de la pradera, su alma,
sin dejar ningún rincón
para visitar mañana.

Se acerca, muy cauteloso,
al espejo de la charca,
y al ver su imagen en ella,
tocar quiere con su pata.

Pero al romperse el espejo,
y no apreciar ya su cara,
corriendo sale asustado
por mover las claras aguas.

Va probando, con cuidado,
las hojas verdes de plantas
que se encuentra en la pradera,
y que empinándose alcanza.

Del feroz depredador
en la espesura se guarda,
y cuando llega el peligro
se mete entre la manada.

Rápido y veloz se muestra
en la carrera obligada,
cuando le persigue el lobo,
que antes que el ciervo se cansa.

Han pasado primaveras,
fuerte y lozano se halla,
ha vencido en las peleas,
ya es jefe de la manada.

Esperanza

Siempre le queda al mortal
un hilo, por donde amarra,
la barquilla de la vida
al poste de la esperanza.

Busquemos siempre una luz
que nos de la confianza,
un faro en el mar bravío,
con destellos que nos llama.

Una estrella que nos guíe
por la obscura noche, larga,
donde todo son tinieblas
porque nunca llega el alba.

Siempre buscamos un rayo
para asirnos, como tabla,
que el náufrago en la tormenta,
toma como única balsa.

Los cielos tiñen de negro,
el horizonte de grana,
no hay salida en esta vida
que la flor de la esperanza

Ya que la vida requiere
tener un norte, que haga
que los caminos nos lleven
a la meta deseada.

Mas no sabemos si vale
vivir siempre de esperanza,
sin llegar a conseguir
ninguna ilusión soñada.

De esperanza no se vive,
no es realidad la esperanza,
la esperanza es un deseo
de que llegue la bonanza.

Es muy humano el anhelo
en la existencia diaria,
de conseguir lo soñado
aunque a veces mucho tarda.

Pero, aunque llegue tardío,
la alegría le acompaña,
y trasforma nuestra vida
injertando nueva savia.