Cuando vuelvo la mirada atrás y pienso en la educación recibida en nuestra niñez y juventud, no me queda otro remedio que tomar el borrador y la tijera y borrar o cortar ciertos criterios y prácticas que nos inculcaron como buenas y que hoy no pasan el tamiz del más elemental juicio crítico. No es que critique la educación recibida,no, pero sí quiero corregir los errores cometidos.El hombre es hijo de su época y de los conocimientos de ésta, nuestros padres demasiado hicieron, con la carencia de medios que tenían, para ellos no va mi crítica, sino mi agradecimiento.
Con frecuencia nos inculcaban la importancia que tenían las cosas, que estábamos haciendo, pero no por su valor en sí, sino como siembra para el mañana. Poco importaba la vivencia del momento, todo había que proyectarlo para el futuro. La vida de entonces, parece que no tenía valor, era anodina y sin relevancia alguna. Hoy pensándolo bien, creo que esta forma de enfocar las cosas es un error, la vida hay que vivirla día a día, todos los días tienen el mismo valor y hay que vivirlos plenamente, no hay días preparatorios para otros en la vida. La vida tiene sus etapas y éstas se viven de distinta manera, según las circunstancias que les acompañen, pero todas hay que vivirlas como si fuera la única etapa de nuestra vida.
Tenemos que distinguir las etapas de nuestra vida y no cometer el error de quererlas vivir de la misma manera, cada una tiene sus circunstancias propias y no hay que vivir soñando y añorando los tiempos pasados, esto no nos lleva sino a la amargura y sobre todo a la pérdida de energía y ganas de seguir viviendo con alegría la etapa presente.
martes, 9 de junio de 2009
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