domingo, 20 de marzo de 2011

La caza

Antes del amanecer,
por las afueras del pueblo,
jinetes engalanados
cabalgan al monasterio,

situado en pleno bosque,
entre pinos y silencio,
los frailes hacen su vida
en el coto de San Pedro,

son guardianes del palacio
donde nobles y monteros
pernoctan para cazar
cuando termina el invierno.

Montados en sus caballos
y acompañados de perros
comienza la montería
para abatir a los ciervos.

La jauría sigue los rastros
ladrando y con estruendo,
y los jinetes cabalgan
con sus armas al acecho.

Los canes en la quebrada
levantan a cuatro ciervos,
y corriendo los persiguen
guiados por los monteros.

Un alazán a galope
salta, brioso, los setos,
y el jinete que lo monta
de bruces cae en el suelo.

Los ciervos saltan el río,
los caballos más ligeros
les dan alcance, veloces,
precedidos de los perros.

Los jinetes desenfundan
sus lanzas de blanco acero
y aguerridos arremeten
cazando a los cuatro ciervos.

Les cortan las cornamentas
y se marchan satisfechos,
con sus trofeos conquistados,
camino del monasterio.