El sol apaga sus luces,
y las estrellas se marchan,
las nubes se visten pardas
engendrando la nevada.
La bóveda celestial
abre sus puertas de plata,
e ingrávidas mariposas
se posan en la montaña.
Mas no son multicolores,
ni sus alas son de grana,
han cambiado su vestido
por una túnica blanca
Los verdes campos contemplan,
con envidia no menguada,
la blancura de los montes
y quieren también lograrla.
Solicitan, con premura,
que Bóreas le de la gracia
de cambiar su manto verde
por otro de blanca lana.
Todo es blanco, no hay colores,
no hay iris en las quebradas,
las noches parecen días,
la luna no está de guardia.
Ya no hay caminos ni sendas
que bajen de la montaña,
ni veredas polvorientas
que lleven a las cabañas.
La vida ya está dormida
cubierta por blancas sábanas,
y las aves mañaneras
no cantan en la alborada.
Los árboles, disfrazados
de personajes fantasmas,
enseñan cuchillos blancos
hechos de hielo y escarcha.
La blancura no es eterna,
tiene sus horas contadas,
pues muy pronto se producen
jirones en esta capa.
Sólo esbeltos centinelas
que otean en la montaña
no cambian su traje blanco
por la ropa de campaña.
martes, 27 de marzo de 2012
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