lunes, 26 de abril de 2010

El pastorcillo

Deja el lecho con estrellas,
antes que despunte el alba,
cuando empieza a amanecer
a sus ovejas levanta.

Es un niño, no ha crecido
entre libros y pizarras,
no ha frecuentado la escuela,
pero sí es autodidacta.

En su pequeño zurrón
pan y blanco queso carga,
es su sustento frugal
hasta que el día se acaba.

Arreando su ganado
al verde prado se marcha,
tocando por el camino
su caramillo de caña.

Tranquilo pace el rebaño,
pues sólo en el aire cantan
las avecillas que anidan
sobre la roquera blanca.

Por detrás de la ladera,
el arroyuelo que baja
con sus aguas cristalinas,
calma su sed de mañana,

Sin hacer daño al arroyo
a sus ovejas da agua,
y refresca en el verano
los velloncillos de lana.

Los pequeños corderillos,
si nacen en la cañada,
los pone sobre sus hombros
y hasta el aprisco los carga.

No hay lobos ni otros felinos
que acechen a la manada,
pero hay veloces rapaces
que a los corderos llevantan.

Siempre atento y vigilante,
cuando ya el día se acaba,
de que el recental retorne
de pastar, a la cabaña.

Llegado el atardecer,
terminada la jornada,
el rebaño va reuniendo
para llevarlo a su casa.

Duerme junto a sus ovejas,
en jergón de larga paja
pendiente de su rebaño
hasta que aparezca el alba.

La perfección

No busques la perfección
ni en el hombre ni en las cosas,
¿Quién dice lo que es perfecto?
¿Quién nos impone esa forma?

¿Quién tiene sabiduría,
o qué derecho se arroga
el que atrevido y soberbio
su palabra hace norma?

La perfección no es humana,
la variedad la deforma,
no hay nada superlativo
aunque lo pongan de moda.

El ocultismo enmascara
vivencias que desentonan
con la verdad objetiva
del que perfecto se nombra.

Pero cuando la verdad
se presenta escueta y sola,
sin disfraz que la transforme,
las imperfecciones brotan.

Pináculos engreídos
fabricados con lisonjas,
se creen que sobresalen
si en el pedestal se apoyan.

No hay perfección en riquezas,
ni en mansiones suntuosas,
ni en ropajes que enmascaran
el valor de las personas.

Ni en poderes que se imponen
por la fuerza o por las urnas,
el poder lleva consigo
imperfecciones de sobra.

Los mitos no son perfectos,
sólo el que los cree y adora,
sobrevalora en exceso,
del hombre, esta mágica obra.

Hay que descubrir bien claro,
que la perfección valora
lo auténtico y lo real,
aunque su existencia ignora.