Deja el lecho con estrellas,
antes que despunte el alba,
cuando empieza a amanecer
a sus ovejas levanta.
Es un niño, no ha crecido
entre libros y pizarras,
no ha frecuentado la escuela,
pero sí es autodidacta.
En su pequeño zurrón
pan y blanco queso carga,
es su sustento frugal
hasta que el día se acaba.
Arreando su ganado
al verde prado se marcha,
tocando por el camino
su caramillo de caña.
Tranquilo pace el rebaño,
pues sólo en el aire cantan
las avecillas que anidan
sobre la roquera blanca.
Por detrás de la ladera,
el arroyuelo que baja
con sus aguas cristalinas,
calma su sed de mañana,
Sin hacer daño al arroyo
a sus ovejas da agua,
y refresca en el verano
los velloncillos de lana.
Los pequeños corderillos,
si nacen en la cañada,
los pone sobre sus hombros
y hasta el aprisco los carga.
No hay lobos ni otros felinos
que acechen a la manada,
pero hay veloces rapaces
que a los corderos llevantan.
Siempre atento y vigilante,
cuando ya el día se acaba,
de que el recental retorne
de pastar, a la cabaña.
Llegado el atardecer,
terminada la jornada,
el rebaño va reuniendo
para llevarlo a su casa.
Duerme junto a sus ovejas,
en jergón de larga paja
pendiente de su rebaño
hasta que aparezca el alba.
lunes, 26 de abril de 2010
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