Después de lo vivido y ante la problemática que se nos platea a los paises menos desarrollados de la Unión Europea, comienzan a golpearnos un sin fin de dudas de si ha sido un acierto meter en un mismo cajón de sastre a pueblos de tan distinta ideologia, con costumbres y hábitos tan diversos y con economías tan dispares.
Alemania, cabeza y motor económico de la Unión, quiere tirar del carro y que todos la sigan a su mismo ritmo, y esto no es posible. Los pueblos no se cambian tan fácilmente, porque la forma de vivir de un pueblo depende de muchas variables, muchas de ellas consustanciales con el territorio, marcadas por él, y por tanto perdurables con el tiempo. Las leyes no cambian la sicología de las personas ni sus hábitos, la transformación de una sociedad es lenta, requiere paciencia y tiempo.
Los paises mediterráneos, acostumbrados a vivir en climas más cálidos, en los que tienen que defenderse menos de las inclemencias del tiempo, han necesitado menos medios para subsistir, en contra de los paises del norte, más fríos y que han requerido que sus habitantes se mostraran más activos para poder recabar más cantidad de medios para su existencia. El clima y el medio ambiente marcan de por vida no sólo a las plantas sino también a los animales, y particularmente al hombre.
Querer aunar pueblos tan dispares, que su economía, producto de su trabajo, tenga un denominador común, es una decisión voluntariosa pero con falta de fundamento y realismo. El ritmo de trabajo, la concepción de la vida es muy distinta entre un mediterráneo y un anglosajón.
La conciencia social de los diversos ciudadanos de la Unión es otro factor diferenciable, y este factor es muy importante a la hora de velar por el bien común. No es fácil querer contruir un cesto con mimbres tan dispares.
miércoles, 16 de mayo de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)