No es negro, ni lo han vendido
en el mercado de esclavos,
ni sus pies tienen cadenas,
ni tampoco tiene un amo.
Ni conoce los ingenios
de cañaverales blancos,
ni haciendas de señoritos
cultiva con sus dos brazos.
Vagabundo en la ciudad,
sin techo ni otro resguardo
que lo defienda del frío
o del calor en verano.
No tiene más pertenencias
que un destartalado carro,
sacado de un basurero,
y que arrastra con sus manos.
Al terminar la jornada
se dirige hasta el mercado
y busca entre la basura
lo que no le da un salario.
Recorre las calles, solo,
con su porte estrafalario,
sin recibir un saludo
ni una mirada de agrado.
La ciudad no sintoniza
con su condición de esclavo,
esclavo de la miseria,
de un abandono inhumano.
Grillos no tienen en sus pies
ni tampoco en sus dos manos,
los tiene en su libertad
y en su alma, bien clavados.
domingo, 17 de julio de 2011
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