No tienen amaneceres
sus bellos ojos de ágata,
la niña no está dormida,
tiene su vista cansada.
Se levanta muy temprano,
pero el sol de la mañana
no le regala sus hilos
que la alumbren por la plaza.
Sólo hay noche para ella,
la tristeza es su mirada,
y sentimientos de pena
todo el día le acompañan.
Sus manos parecen rosas,
dos rosas de seda blanca,
que acarician, al mirar,
con sus finísimas palmas.
No es cieguecita la niña,
la ceguera es la del alma,
y la suya resplandece
más que el lucero del alba.
Qué linda es la niña bella
con su carita de grana,
muñequita que enamora
cuando le miras su cara.
Sus labios, rojo granate,
susurran dulces palabras
son néctar que se desprenden
de tus estambres de nácar.
Va paseando en el parque,
y cuando pasa entre ramas
de los naranjos floridos,
es Ceres que se reencarna.
viernes, 18 de febrero de 2011
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