No quiero turbar la quietud del bosque
ni la paz de los tilos que me embriaga,
sino disfrutar la bella alborada
que abre la luz con su llave de bronce.
Quisiera contemplar el horizonte
besando su verdor con mi mirada,
oyendo el susurrar de la arbolada,
al transitar tranquilo por el monte.
Oír el céfiro tañer las melodías
que los tubos sonoros de los árboles
interpretan con singular maestría,
Y uniendo mi voz a sus acordes,
recitar, con ilusión todos los días,
la oración que mi alma reconforte.
domingo, 6 de enero de 2013
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