domingo, 21 de marzo de 2010

El burrito de la noria.

Con sus ojos de azabache,
tapados por blanco lienzo,
el burrito saca agua
de la noria de mi huerto.

Su estampa es muy humilde,
su paso más bien es lento,
nadie compite con él
en este círculo estrecho.

Los cangilones dan vueltas
llenos de líquido fresco,
que rítmicos depositan
en la alberca de mi huerto.

Su caminar acompaña
la música que en requiebros,
el agua dice al besar
los cangilones de hierro.

Terminado su trabajo,
trotando y muy desenvuelto,
va a descansar al pesebre
y a compensar el esfuerzo.

Al pasar entre las plantas
sembradas en este huerto,
por sacarles agua clara
muestran su agradecimiento.

Pero un día por la mañana
oye unos ruidos, no buenos,
su noria está caminando
sin tener a ella acceso.

Unos hombres han llegado
con un caballo de acero,
y un artefacto muy raro
a su compañera han puesto.

Desde ese día ya no va,
dispuesto y muy tempranero,
a sacar agua del pozo
de la huerta de su dueño.

Lo han jubilado de golpe,
sin tener esto remedio,
la técnica lo ha mandado
al paro, como a un obrero.

Vaga, triste, por el prado,
va buscando algún consuelo,
porque su noria de siempre
lo ha abandonado, por viejo.

No creo en esta propiedad

No creo que la propiedad,
tal como hoy la entendemos
los pueblos ricos del mundo,
se pueda llamar derecho.

Que unos pocos atesoren
las riquezas que los pueblos
necesitan en su vida,
no cabe en ningún cerebro.

Las leyes, bien se conoce,
sus autores quienes fueron,
los poderosos que tienen
la propiedad y el dinero.

No cabe en ninguna mente
con humanos sentimientos,
que mueran pobres criaturas
por no llegarle el sustento,

sabiendo que en pueblos ricos
se derrocha, sin respeto,
y se tira a la basura
gran cantidad de alimentos.

Por enmendar este estado,
gobernantes de estos tiempos
se muestran despreocupados
y no le ponen remedio.

¿Qué extraño que las criaturas
huyan del hambre, viniendo
a los pueblos que les sobran
los recursos y el dinero?

Los animales salvajes
no encuentran impedimento
en buscar por todo el mundo
cuando falta el alimento.

Este derecho quitamos
con nuestras leyes, soberbios,
a los hombres que se encuentran
en semejantes aprietos.

Ni el cero siete por ciento
dedicamos de lo nuestro
a paliar de alguna forma
la miseria de estos pueblos.

No es justo que castiguemos
al que toma de lo nuestro,
lo que injustos, le negamos,
si le falta su sustento.