lunes, 30 de abril de 2012

Autonomías singulares.

Estamos tan habituados a oir todos los días afirmaciones peregrinas en boca de los políticos que ya no nos llaman la atención, unas veces las escuchamos como quien oye llover y otras nos causa una amarga hilaridad, porque vemos que los que las pronuncian nos quieren tomar a los ciudadanos por pardillos, y nos viene a la memoria aquella expresión que dice : el ladrón se cree que todos son de su misma condición, y lo que nosotros deseamos es que nuestros gobernantes sean los mejores y no pobres hombres impreparados.

Querer argumentar que una comunidad autónoma es distinta de las demás, echando mano a derechos históricos y privilegios adquiridos, para llevarse una porción mayor de la tarta del estado, es una simpleza que no convence a nadie. Los argumentos tienen que ser más sólidos y sobre todo, reales, para que en alguna ocasión se pueda hacer una excepción en el reparto del dinero público.

Estamos acostumbrados, sobre todo cuando el partido del gobierno no tiene mayoría en la cámara baja, y se ve obligado a buscar los apoyos que le faltan para poder gobernanr, a que esos apoyos se den, no por amor a la patria, sino a  cambio de concesiones de toda índole, creando en las comunidades desequilibrios injustos. Los dirigentes de los Reinos de Taifas odian las mayorías absolutas porque no pueden chantajear a al ejecutivo nacional, en esto se llevan la palma los gobiernos nacionalistas.

Nacionalidades singulares ¿ por qué?. Porque ellos quieren inventarse y sacarse de la bocamanga este subterfugio, a falta de auténticas razones, para obtener un trato de privilegio. No hay otra razón.

Si volvemos la vista atrás y repasamos un poco de historia, materia totalmente olvidada hoy día, nadie puede presumir mejor de antecedentes gloriosos que mi milenaria Córdoba. Cuando catalanes y vascos andaban por esos campos de Dios, saliendo de la rudeza de las costumbres medievales, la ciudad del arcángel era el centro de un gran imperio que irradiaba sabiduría por todo el occidente. Siembargo nunca a los cordobeses se les ha ocurrido pedir excepciones de ninguna clase, por su pasado glorioso, como hacen otros pueblos de esta piel de toro, con muchísimos menos méritos.