sábado, 2 de enero de 2010

romance de Zoraida


Cabalgan cinco jinetes
por el camino del río,
las espuelas son de plata
las bridas de blanco lino.

Sus espadas toledanas
brillan al sol del estío,
van camino del castillo
para reforzar su sitio.

Gonzalo trota el primero,
le siguen los dos judíos
que aprisionaron en Baza,
seguidos de sus dos primos.

Amores tiene el buen mozo
cautivos en el castillo,
secreto son para todos
menos para sus amigos.

Los moros en sus murallas
vigilan de noche y día
a los cristianos que fuera
muestran su gran osadía.

No saben cómo escalar
los altos muros de piedra,
pues la guardia siempre está
en las almenas, atenta.

Llegada la media noche
un viejo moro se acerca,
por unas cuantas monedas
con Gonzalo parlamenta.

Le enseña un largo pasillo
detrás de la fortaleza,
y hasta una obscura mazmorra,
este camino los lleva.

Disfrazado con chilaba
y ceñida su cabeza
con un turbante moruno,
en los aposentos entra.

Zoraida, su gran amor,
en la alcoba se recuesta,
su belleza lo cautiva,
y sus rojos labios besa.

Rápido como un corcel
sigiloso y con cautela,
toma a su amada del brazo
bajando por la escalera.

La guardia que sale al paso,
al ver la bella doncella,
la espada del toledano
siente sobre su cabeza.

El amor ha rescatado
a Zoraida, la princesa,
que el califa cautivó
por su atrayente belleza.