Escribo poesía porque quiero vivir libre, sin puertas cerradas ni caminos peligrosos que no pueda recorrer, sin murallas que no pueda saltar, sin prohibiciones de paso que me impidan atravesar el prado y mirarme en cada una de las flores que abre su corola a los rayos del sol. Caminando por los bosques, saludando, al salir el alba, a cada uno de los árboles que me encuentro en mi camino, que se desperezan del largo letargo de la noche. Poner nuevos nombres a las cosas, a los pájaros que me obsequian con su diana floreada, al amanecer. Fijándome atento en tantas maravillas que, otras veces, han pasado desapercibidas para mi.
Escribo poesía porque tengo libertad para entrar en todos los lugares, hablar con los personajes más inverosímiles, oírlos sin prisas, aprender de ellos, saboreando la ración de sabiduría que cada uno tiene , y que me hace cambiar la opinión preconcebida que, la ignorancia, el recelo y la distancia habían creado en mi. Sin juzgarlos con criterios inadecuados, y sin sacar conclusiones que no han sido pasados por el tapiz de la sabiduría y la benevolencia. El mundo al que me traslado es gratamente diferente.
Escribo poesía, porque esta parte de mi personalidad estaba por desarrollar, viviendo el letargo del abandono, y no es bueno desaprovechar ninguna potencialidad de la vida, dejando parcelas en un eterno barbecho .
Escribo poesía, porque es una forma de sentirme viajero y contemplar las maravillas del universo, de los pueblos, de las ciudades, de los montes de los ríos de los océanos, recreando en ellos una vida placentera, sin limitaciones ni aspiraciones que no pueda satisfacer.
Escribo poesía porque desnudo mi espíritu, sin falsos pudores, y le doy rienda suelta, que toque todos los puertos, aunque no se quede en ninguno, que contemple todos los amaneceres, que se haga todas las preguntas, aunque no tenga respuesta para ninguna, que vuele respetando sólo las fronteras que la naturaleza ha trazado, que reciba todos los vientos, que se moje cuando llueva, que lo cubra la nieve, cuando plácidamente cae sobre la tierra. Que diga adiós a tantos y tantos guardianes de la libertad encarcelada, que haga caminos nuevos e ignore las angostas veredas trazadas para conducir a un único aprisco.
Escribo poesía porque me siento libre en un mundo nuevo.
miércoles, 7 de abril de 2010
Trigales de Castilla
Campos llanos de Castilla
pintados por sol ardiente,
no son rayos, son pinceles
de tonalidades tenues.
Crisol fundido por Helios
con hilos de oro caliente
que desparrama, formando
riachuelos de fuego y nieve.
Otoño recuerda a Ceres
si no tiene inconveniente
en tejer su rica red,
si cubrir la tierra quiere.
Pepitas de oro, con vida,
cual esperma diligente,
alcanza, con esperanza,
de la madre tierra, el vientre.
Proteje, del frío invierno,
las plántulas, que ya vienen
asomándose a la luz,
que por nodriza la tienen.
Primavera, nuevo manto,
alfombra, que veloz, crece,
tejida por verdes hilos,
y que la brisa entreteje.
Espigas forman los tallos
entre amapolas que crecen,
pinceladas que conjugan,
lo amarillo con lo verde.
Irisaciones de oro
en el trigal aparecen,
y los campos se trasforman
en escaparates fértiles.
Las espigas mece el viento
de este mar de ricas mieses,
parecen olas que avanzan
entre saltarines peces.
Rubios trigales son pan,
de los campos de Castilla,
alegría del campesino
que en ellos cifra su vida.
pintados por sol ardiente,
no son rayos, son pinceles
de tonalidades tenues.
Crisol fundido por Helios
con hilos de oro caliente
que desparrama, formando
riachuelos de fuego y nieve.
Otoño recuerda a Ceres
si no tiene inconveniente
en tejer su rica red,
si cubrir la tierra quiere.
Pepitas de oro, con vida,
cual esperma diligente,
alcanza, con esperanza,
de la madre tierra, el vientre.
Proteje, del frío invierno,
las plántulas, que ya vienen
asomándose a la luz,
que por nodriza la tienen.
Primavera, nuevo manto,
alfombra, que veloz, crece,
tejida por verdes hilos,
y que la brisa entreteje.
Espigas forman los tallos
entre amapolas que crecen,
pinceladas que conjugan,
lo amarillo con lo verde.
Irisaciones de oro
en el trigal aparecen,
y los campos se trasforman
en escaparates fértiles.
Las espigas mece el viento
de este mar de ricas mieses,
parecen olas que avanzan
entre saltarines peces.
Rubios trigales son pan,
de los campos de Castilla,
alegría del campesino
que en ellos cifra su vida.
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