Campos llanos de Castilla
pintados por sol ardiente,
no son rayos, son pinceles
de tonalidades tenues.
Crisol fundido por Helios
con hilos de oro caliente
que desparrama, formando
riachuelos de fuego y nieve.
Otoño recuerda a Ceres
si no tiene inconveniente
en tejer su rica red,
si cubrir la tierra quiere.
Pepitas de oro, con vida,
cual esperma diligente,
alcanza, con esperanza,
de la madre tierra, el vientre.
Proteje, del frío invierno,
las plántulas, que ya vienen
asomándose a la luz,
que por nodriza la tienen.
Primavera, nuevo manto,
alfombra, que veloz, crece,
tejida por verdes hilos,
y que la brisa entreteje.
Espigas forman los tallos
entre amapolas que crecen,
pinceladas que conjugan,
lo amarillo con lo verde.
Irisaciones de oro
en el trigal aparecen,
y los campos se trasforman
en escaparates fértiles.
Las espigas mece el viento
de este mar de ricas mieses,
parecen olas que avanzan
entre saltarines peces.
Rubios trigales son pan,
de los campos de Castilla,
alegría del campesino
que en ellos cifra su vida.
miércoles, 7 de abril de 2010
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