viernes, 25 de septiembre de 2009

El mendigo de la esquina

A mi sobrina Feli
con aprecio y afecto.


Con sus ropas  harapientas
y su calzado gastado,
su barba sin afeitar
y con su cuerpo encorvado,

el mendigo de la esquina
tiende al que pasa su mano,
implorando, por piedad,
una limosna en su plato.

Nadie conoce su nombre ,
nadie se lo ha preguntado,
los vecinos lo conocen
por el mendigo del plato.

No habla ni gesticula,
en la acera está sentado,
al que le da una limosna
le sonríe con agrado.

Solo canta unos romances
sencillos, muy anticuados,
de príncipes y doncellas
y guerreros cautivados.

Nadie se para en su esquina
a escuchar su triste canto,
solo el eco que produce
se confunde con el llanto.

Por lucero, su perrito,
siempre viene acompañado,
y mientras él pordiosea
se duerme a sus pies, echado.

No tiene más compañía
que su perrito acostado,
nadie sabe donde vive
ni en qué lugares habita.

Al anochecer se marcha
y regresa al dia siguiente,
no falta nunca a la cita
pidiendo siempre a la gente.

Todo el barrio lo conoce,
es popular personaje,
el barrio no sería igual
si un día, a su esquina él faltare.

Así pasan las semanas
los años, meses y días,
y el mendigo de la esquina
siempre al que pasa pedía.

Una mañana de niebla,
solo su perrito viene
y ladrando, con tristeza,
la ausencia de su amo siente.

La esquina llorando está
por su mendigo querido,
ha perdido para siempre
la presencia de un amigo.