domingo, 21 de febrero de 2010

A mi madre

A mi madre y a tantas madres heroicas,
que a pesar de vivir unos tiempos muy difíciles
de posguerra, supieron sacar sus familias
numerosas adelante. Gratitud y reconocimiento.



Mujer fuerte de la Biblia,
viviste una etapa llena
de escaseces no buscadas,
de sacrificios y penas.

Tus sentimientos guardabas,
sin depresiones ni quejas,
y afrontas con decisión
las carencias que te llegan.

Milagros hacían tus manos
que nunca estuvieron llenas,
para atender, con cariño,
a tus hijos, con entrega.

Generosa hasta los límites
de silenciar tus dolencias,
para que el hogar gozara
sólo con la cosas buenas.

Mujer de tu tiempo fuiste
poco dotada de letras,
pero inteligente y práctica,
la vida fue tu maestra.

Sabiduría popular
tenías en tus sentencias,
manejando los refranes
con soltura y competencia.

Educaste a tus hijos
en el bien y en la nobleza,
en principios muy sencillos,
con trabajo y entereza.

Y tu corazón sensible
velaba con las estrellas,
esperando por los hijos
que tenías en la guerra.

Los dos volvieron, gozosos,
de la terrible contienda,
y llenando a la familia
de la dicha más completa.

Nos viste crecer a todos,
con amor y complacencia
de ver tu obra acabada
con cariño y a conciencia.

La madre es un ser divino,
bondad generosa y plena,
mientras existan las madres
el bien reinará en la Tierra.