Sevilla no tiene calles,
en estos días sagrados,
son templos que la ciudad
con amor ha trasformado.
Cristo clavado en su cruz,
la multitud se ha callado,
sentimientos de piedad,
pues la calle es un calvario.
Los corazones sensibles
concentran un amor trágico,
amor y pena se funden
en un abrazo de hermanos.
La amargura y el dolor
de la virgen, bajo palio,
recoge los sentimientos
de todos los sevillanos.
Con tronos de amor y arte,
y con el cirio en la mano
estación de penitencia
el cofrade va pasando.
El clarín rompe el silencio
con sus agudos desgarros,
es la voz que las conciencias
despierta, de su letargo.
El cortejo sigue lento,
no hay prisas, pues los hermanos,
este día, ven compensada
la espera de todo un año.
La emoción rompe en suspiros,
en los pechos sevillanos,
y la voz de una saeta
es el eco de sus llantos.
La procesión continúa,
las aceras rebosando
de devotos y curiosos
que los pasos van mirando.
Tronos y esculturas bellas,
arte sacro, bellos palios,
vírgenes y dolorosas
de escultores sevillanos.
Así es la semana santa,
que este pueblo, año tras año,
vive y siente en su interior
y manifiesta al extraño.
martes, 6 de abril de 2010
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