Ya no voy más al concierto
porque lo tengo en mi casa,
sin instrumentos de viento
ni percusión, ni guitarras,
ni violines chilladores,
ni saxofones, ni flautas;
los metales y las cuerdas
son materiales sin alma.
Yo escucho un concierto vivo
en el jardín de mi casa,
de siringes vibradoras
que cantan por la mañana .
Son coros que se contestan
con bellos timbres de gala,
y a veces unen sus trinos
para anunciar la alborada.
Los mirlos en el durazno
tañen su pico de flauta,
y responden, afinados,
los canarios de la jaula.
El capirote encantado,
saltando de rama en rama,
se suma al coro de mirlos,
y ser solista reclama.
Los verdipardos canarios,
que libres vuelan y cantan,
se suman a sus congéneres
que gorjean en la jaula.
Y yo, extasiado me quedo
mirando tan bella estampa,
y escuchando complacido
el concierto de mi casa.
sábado, 23 de marzo de 2013
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