lunes, 4 de octubre de 2010

No quiero mirar

No quiero mirar al hombre,
que comete la injusticia,
al que impone a los demás
su voluntad, con malicia.

Al que desprecia a su hermano,
al quien margina en la esquina,
al que priva de sus bienes
llevado por su avaricia.

Al que nada en la abundancia,
al que derrocha, y no mira
que lo que  tira, insensible,
sería del pobre, la vida.

Al que trata, sin respeto,
al hombre, que vil, humilla,
pisando su dignidad
y hundiéndole su autoestima.

Al que al anciano desprecia,
con ignorancia supina,
sin reconocer que un día,
por él le llegó la vida.

Al que nunca da las gracias,
porque superior se estima
al resto de los mortales,
y con desprecio los mira.

Al que a los niños no ama,
insensible, y escatima
una caricia al infante
o al niñito una sonrisa.

Al que antepone negocios
al bienestar y a la vida
de los hombres, que maneja,
y paga con calderilla.

Al que no respeta a nadie,
ni sentimientos cultiva,
despreciando con desdén,
toda norma de la vida.


          
                  

¡Qué gran tributo pagamos!.-P-

Sin caer en el tópico, de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y sin añorar acontecimientos que ya son historia, me voy hoy a referir a los tributos que tenemos que pagar, hoy día, a la señora vida moderna. Es verdad, que los que contamos los años por decenios, si comparamos los tiempos de nuestra niñez con los actuales, y sin querer recargar las tintas, tenemos que admitir, y de buen grado, que hemos avanzado en muchísimas cosas: sanidad, vivienda, comunicaciones, nutrición, escolarización, nivel económico,..etc..etc..de todo esto nos alegramos infinitamente y lo valoramos complacidos. Pero estos beneficios también han tenido un precio.

El primer tributo que hemos tenido que pagar es, no voy a decir abandono, que suena muy fuerte, diré buscar un sucedáneo de madre para que cuide y eduque a los bebés y niños pequeños, porque la madre tiene que trabajar fuera de casa. Esto conlleva una problemática con unas ramificaciones muy negativas para el desarrollo normal del niño: madrugones intempectivos, horarios inapropiados, carencia de trato materno con la consiguiente falta de afectividad, de vigilancia constante y asistencial.

El segundo gran tributo que estamos pagando, es el abandono familiar de las personas mayores, cuando ya no pueden valerse por sí mismas. Las recluimos en residencias y asilos, desaraigándolas del entorno familiar, precisamente en una etapa de la vida en la que más cariño y atención necesitan. Este es un problema muy penoso.

Existen más tributos que estamos pagando a esta clase de vida que la modernidad nos ha impuesto, pero ninguno tiene la importancia de los dos apuntados.¿No habría una forma de organizar nuestra vida, sin tener que renunciar a nuestros hijos y a nuestros padres?