Sin caer en el tópico, de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y sin añorar acontecimientos que ya son historia, me voy hoy a referir a los tributos que tenemos que pagar, hoy día, a la señora vida moderna. Es verdad, que los que contamos los años por decenios, si comparamos los tiempos de nuestra niñez con los actuales, y sin querer recargar las tintas, tenemos que admitir, y de buen grado, que hemos avanzado en muchísimas cosas: sanidad, vivienda, comunicaciones, nutrición, escolarización, nivel económico,..etc..etc..de todo esto nos alegramos infinitamente y lo valoramos complacidos. Pero estos beneficios también han tenido un precio.
El primer tributo que hemos tenido que pagar es, no voy a decir abandono, que suena muy fuerte, diré buscar un sucedáneo de madre para que cuide y eduque a los bebés y niños pequeños, porque la madre tiene que trabajar fuera de casa. Esto conlleva una problemática con unas ramificaciones muy negativas para el desarrollo normal del niño: madrugones intempectivos, horarios inapropiados, carencia de trato materno con la consiguiente falta de afectividad, de vigilancia constante y asistencial.
El segundo gran tributo que estamos pagando, es el abandono familiar de las personas mayores, cuando ya no pueden valerse por sí mismas. Las recluimos en residencias y asilos, desaraigándolas del entorno familiar, precisamente en una etapa de la vida en la que más cariño y atención necesitan. Este es un problema muy penoso.
Existen más tributos que estamos pagando a esta clase de vida que la modernidad nos ha impuesto, pero ninguno tiene la importancia de los dos apuntados.¿No habría una forma de organizar nuestra vida, sin tener que renunciar a nuestros hijos y a nuestros padres?
lunes, 4 de octubre de 2010
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