lunes, 3 de octubre de 2011

¿Nos han engañado con las autonomías?

Después de una larga dictadura, la mayor parte de los españoles estábamos cansados y añorábamos una democracia como la que tenían nuestros vecinos europeos. La transición tuvo que hacerse con suma prudencia, sin exacerbar los ánimos de los componentes de la cúpula del antiguo régimen, sobre todo de los mandos de un ejército que habían sido formados en una disciplina y en unas ideas contrarias a las que se exigen una democracia.

Los partidos políticos que llevaron a cabo la transición, con Adolfo Suárez a la cabeza, eran conscientes de lo mucho que se jugaban si no se ponían de acuerdo y tiraban todos del carro en la misma dirección. Se notaba la buena voluntad de unos y otros, cediendo todos un poco de su forma de pensar y actuar para que la transición se llevara a cabo. Y así se hizo.

La Constitución fue elaborada por personas de todas las tendencias y fue aprobada en referendum por el pueblo español. Pero pronto empezaron a perder el miedo aquellos que la aceptaron como una medicina necesaria y a regaña dientes, y comenzaron a hacer una labor de zapa, tratando de minar los cimientos del Estado Español. Esto se acrecentaba cada vez que había un gobierno en minoría y que requería la colaboración de los separatistas; éstos prestaban sus votos a cambio de concesiones de poder, que iban empobreciendo al propio estado. Hoy tenemos un estado por el que parece que ha pasado una bandada de topillos, sólo le quedan las apariencias, por dentro está vacío.

La formación de las autonomías se concibieron, según se decía entonces, para acercar la administración a los ciudadanos, aunque en la trastienda todos sabíamos que la finalidad principal era para contentar a nacionalistas vascos y catalanes. Lo que nunca sospechamos es que se convirtieran en 17 estados semi independientes, con duplicidad de organizaciones,  con una maquinaria administrativa y unos gastos innecesarios, que una nación mediana, como la nuestra, no puede soportar. Y claro, hemos llegado a donde teníamos que llegar, a una profunda crisis financiera y social de la que será muy difícil salir.

Estas no son las autonomías que nos plantearon. Francamente nos han engañado. Este es el imperio de la clase política que hace y deshace a su antojo, sin mirar en gastos, y dejando en la estancada al ciudadano.