miércoles, 13 de febrero de 2013

Nos acostumbramos a todo

No me gusta nada la sociedad en que vivimos y no me extraña nada que la clase política que nos desgobierna y que nos invade se comporte de la manera que lo está haciendo. Queramos o no la clase política es fruto de la sociedad actual. Hoy hay una tendencia, que va creciendo cada vez más, de cerrar los ojos ante la realidad que nos desagrada, sobre todo si esta realidad es analizada con claridad, sin componendas, y trata de valorar el comportamiento de la sociedad. Parece que hemos asimilado muy bien aquello del pueblo soberano, y a éste, sólo el honor y la gloria.

Hemos echado un manto de indiferencia, permisibilidad y comodidad sobre todo lo que trate de comportamiento social. Hoy nos hemos acostumbrado a todo, hemos cambiado el concepto de bueno y malo y lo hemos sustituido por uno solo: diferente. En este cajón de sastre lo metemos todo y pretendemos justificarlo todo.

Las escalas de valores, hace tiempo que perdieron su pendiente y las convertimos en cómoda horizontalidad. La difícil objetividad la hemos transformado y cambiado por un exagerado subjetivismo, haciendo bueno el dicho latino: "Quod capita, tot sententiae", cayendo en  el más ordinario y engañoso de los relativismos.

Se quieren justificar ideas y conductas que empobrecen la moral humana más elemental, y lo peor de los casos es que nos hemos acostumbrado a admitirlas como una posibilidad más de hacer las cosas.Nos estamos acostumbrando a todo. Parece como si padeciéramos un daltonismo ético que nos impidiera un sano discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal. Solamente despertamos de nuestro letargo cuando la realidad nos sacude con acontecimientos ecatómbicos o trágicos, pero este despertar es transitorio, y pronto volvemos al conformismo más cómodo.